lunes, 18 de febrero de 2013

La Investigación y el Diagnóstico en la Educación: Conceptos y Tendencias.

Mari, Mollá Ricard. (2001) Diagnóstico pedagógico. Un modelo para la intervención psicopedagógica, pp 75-125. Ediciones Ariel S. A. Barcelona.

Existe un consenso entre los autores (Pawlik, 1980a; Silva, 1982; Fernández Ballesteros, 1983; Ávila Espada, 1987; Marín y Buisán, 1985; Granados, 1993; Martínez González, 1993; Batanaz, 1986; y otros) que definen que el Diagnóstico no es reducible a una mera aplicación de técnicas de evaluación, sino que en él se dan los requisitos para construir una disciplina científica aplicada. Para Fernández Ballesteros (1983) lo que garantiza la cientificidad del Diagnóstico es el procedimeitno científico empleado, en este caso, el método hipotético-deductivo.

Como método de conocimiento el método científico ha supuesto una aportción a la capacidad del ser humano para comprender y modificar su entorno.

Lo que se conoce como método científico ha variado a lo largo de la historia. Aristóteles hablaba de un tipo de conocimiento funamentalmente deductivo, mientras que Francis Bacon propuso un nuevo instrumento de conocimiento basado en la observación empírica sistemática de casos particulares que, mediante un proceso inductivo, infería normas generales o leyes.

Fue Auguste Comte (1798-1857) quien propuso un saber positivo que atiende a las cosas sin intervenir, cuyo sustento está en tres principios:

Componente ontológico: la existencia de la realidad como algo independiente y regido por leyes inmutables.

Componente epistemológico: la investigación no interactúa y se evitan valores y juicios previos que interfieran con los resultados.

Componente metodológico: exige que las hipótesis sean sometidas a pruebas  empíricas bajo condiciones controladas.

Así, desde un punto de vista pragmático se fue gestando un nuevo procedimiento hipotético-deductivo, siendo Dewey quien propuso un modelo teórico para sistematizar sus fases: observación del problema, formulación de hipótesis, deducción de conclusiones y verificación o contrastación empírica de los supuestos anteriores.

Los postulados de la ciencia positiva más sobresalientes son: 
-Realismo
-Determinismo
-Empirismo
-Verificabilidad
-Provisionalidad
-Parsimonia
-Acumulación
-Objetividad

El paradigma positivista pues, supone que el criterio de cientificidad y de verdad es la verificación. Para Pooper (1975) sin embargo, la contrastabilidad de una teoría debe entenderse en términos de falsabilidad, afirma que no se puede conseguir la objetividad y nos hemos de conformar con una aproximación. La historia que data de las revoluciones científicas nos dice que está en duda la concepción acumulativa de la ciencia.

Heisenberg (1927), al proponer su principio de incertidumbre en la fisica genera auge incluso en otras áreas del conocimiento, pudiéndose comprender y aplicar a las ciencias humanas maravillosamente. De este modo surge una postura que ha venido a llamarse postpositivismo, la cual asume una pérdida de certidumbre y la necesidad de conocer un mundo en el que el azar y el desorden tienen que considerarse.

Con el fin de explicar de manera más amena ambas posturas, se presenta el siguiente esquema que permite categorizar las diferencias entre los modelos positivista y postpositivista:






miércoles, 6 de febrero de 2013

Mari, Molla Ricard. (2001) Diagnóstico pedagógico: Un modelo para la intervención
Psicopedagógica. Ediciones: Ariel S.A. Barcelona, pp. 127-197.

La intervención psicopedagógica requiere como preámbulo un diagnóstico, el cual está regido por un comportamiento dinámico que requiere actualizarse constantemente. Es gracias a este diagnóstico realizado periódicamente que las acciones emprendidas van tomando causes distintos en base a los requerimientos que el o los estudiantes evaluados reflejen. Las acciones emprendidas deben estar organizadas estratégicamente utilizando al diagnóstico como una herramienta impresindible. 

El diagnóstico evita el darle rodeos a un problema que bien pudo haber sido detectado en un principio y que de no detectarse a tiempo, puede requerir de la implementación de estrategias más complejas. El actuar de manera empírica no es una aberración plena, sin embargo si se cuenta con un método evaluativo se puede reducir al mínimo el actuar en esta modalidad y lograr actuar d emanera más puntual.

Existen diferentes modelos para el diagnóstico que se encuentran clasificados según en quien recaigan: en el alumno, en el contexto y en el proceso de enseñanza aprendizaje. 

Cada uno de estos modelos busca mejorar el desempeño académico del estudiante. El autor Marí Mollard asigna dos funciones básicas al diagnóstico educativo: la preventiva y la potenciadora (perfectiva). Al prevenir el alumno hallará en la intervención que se haga un apoyo u orientación para avanzar en sus estudios más eficientemente. Al corregir, la intervención servirá para sacar al alumno de las situaciones que lo encajonen.

Modelos de diagnóstico existen en una buena variedad, por lo que es necesario que antes de implementar alguno se verifique cuál es el más factible para ser usado de acuerdo a la situación en la que se vaya a plantear, ya sea si hay transtornos neurológicos o si se prefiere desarrollar las habilidades metacognitivas, entre otros enfoques. Sin embargo, independientemente de ello, se desea dejar en claro que implementar un diagnóstico periódico durante toda la intervención educativa es fundamental para obtener resultados favorables cada vez de mayor calidad.

María Antonia del Carmen Pérez Luna 

 

martes, 5 de febrero de 2013

Escuela y Familia: Una cooperación para el desarrollo

Antonio Muñoz García
Universidad de Granada

Moreno, Miguel (1997) Intervención psicoeducativa en als dificultades del desarrollo. Editoriales: Ariel S. A. Barcelona pp. 135-152.

La presente redacción explica a grandes rasgos lo que Muñoz García plasmó sobre la relación que existe entre la escuela y la familia. Él afirma que existen dos clases de educación, la formal y la informal y que ambas pasan por distintos agentes educativos, los cuales deben cooperar para alcanzar un desrrollo integral de los educandos.

Cada agente educativo (padres, maestros...) debe tener delimitadas sus responsabilidades sin que, en la mayor medida, alguno de ellos supla el campo de acción del otro. La intervención correcta de un padre en el ejercicio educativo formal facilita la comprensión temática y reduce en demacía los conflictos que el estudiante pueda llegar a generar en el lapso natural de su desarrollo. Esta cooperación también rinde frutos en la relación de pareja y de esta con los hijos.

Existen dos características de la familia que la identifican, su multideterminación y su pluridependecia.

La multideterminación es resultante de la interacción de factores políticos, económicos, sociodemográficos, por su parte la pluridependencia es la influencia bidireccional de la institución familiar.

La familia tiene múltiples razones para justificar su prevalencia, estas son, por ejemplo, que es el ámbito donde el niño pasa más tiempo durante la infancia, donde el niño se inicia en normas y valores sociales, donde le son inculcados valores tradicionales ganando identidad y donde el niño aprende con mayor influencia de la dimensión afectiva, ya sea en un sentido positivo o negativo.

Refiriéndomos a esto último, el impacto que los padres ejerzan sobre sus hijos debe buscarse que sea lo más positivo posible. Hay factores que guardan relación con la implicación de los padres en el proceso educativo de sus hijos, tales como su grado de estudios  o su nivel de ingresos.

Es necesario por ello que, en su calidad de padres, estos sean formados para actuar de un modo menos intuitivo y más responsable.

En el caso de que intervenga un psicopedagogo en la educación de un niño, su tarea consistirá en informar a los padres sobre cómo pueden optimizar sus recursos para obtener la mejor educación que con estos se pueda lograr; porporcionar información para evitar transtornos de conducta o dificultades de tipo emocional... todo ello implica una clara aceptación por parte de los padres para estar dispuestos a aprender lo que les ayude a cambiar en su propio comportamiento lo que causa daños.

De no intervenir adecuadamente padres y maestros en la educación de los estudiantes estos tenderán a fracasar escolarmente, lo cual es entendido por Martínez Muñiz (1986) como una dificultad grave que puede experimentar un niño con un nivel de inteligencia normal o superior, para seguir un proceso escolar de acuerdo a su edad. Lo que debe modificarse en caso de que existan estas tendencias la fracaso son: la autoestima del individuo, el manejo de pulsiones y el establecimiento de principios de disciplina y normas de conducta, esto mendiante cambiar los aspectos disfuncionales de las relaciones entre pareja y su actitud hacia los hijos, las conductas disruptivas y los patrones o estilos de comportamiento que redunden negativamente en las relaciones padres e hijos.

Existen formas de evaluar desde la escuela y esto se hace usando técnias de observación. Para ello se debe saber qué observar, con qué observar o qué técnicas de registro utilizar, a quién observar y cuando, dónde observar.

Para implicar a los padres se debe tomar en cuenta qué factores influyen en los resultados de las intervenciones, por ejemplo, la disponibilidad de participación de los distintos miembros de la comunidad familiar y su entrada o salida del proceso en el momento en el que se indique.

Al intentar mejorar la implicación educativa de los padres, se ha observado que el estudiante incrementa su desempeño al desarrollar formas de interaccionar positivamente con su familia, fuera de que el problema haya radicado en factores endógenos. La intervención responde entonces al orientar e instruir adecuadamente a los involucrados en la educación.

Ningún maestro debe poner en debate la propia identidad del alumno y el sistema escolar, antes bien, debe promover la erradicación de la intoleranca y el racismo mediante programas que se vean modificados en sus enfoques cognitivo, afectivo y conductual.

Los procesos de formación en su caracter educativo deben ser optimizados para formar en el educando una adecuada autoimagen, una identidad compartida y un desarrollo de habilidades que reconstruyan los tejidos familiares dañados por los conflictos.

María Antonia del Carmen Pérez Luna